jueves, 10 de mayo de 2012

ADAPTACIÓN EN LA LITERATURA INFANTIL


¿Qué es una adaptación? Las adaptaciones en los orígenes de la Literatura Infantil

Marc Soriano define a la adaptación de la siguiente manera: “¿Qué es adaptar? Tal vez lo más oportuno sea comenzar por una definición simple, aun cuando, muy probablemente, nos veamos obligados luego a matizarla. Adaptar es hacer corresponder con. Se trata de un verbo que sólo adquiere su significado preciso en relación con su complemento de régimen. Adaptar para los niños un libro que no les estaba destinado significa someterlo a una cantidad de modificaciones —por lo general, cortes y cercenamientos— que lo conviertan en un producto que se corresponda con los intereses y el grado de comprensión de los menores, es decir, que lo vuelva asequible a este público nuevo”
Luego el autor continúa: “Al plantear de este modo la cuestión, percibimos que la adaptación no es algo nuevo y que no puede reducirse a la censura ejercida por los adultos sobre ciertos libros.” (8)
Aquí ya tenemos dos cuestiones para resolver. Soriano está hablando en esta cita de la adaptación para los niños de libros que originalmente no le están destinados. Ahora bien, sabemos que gran cantidad de textos escritos originalmente para niños, de los cuales la extensa obra de Andersen y la novela de Collodi son sólo algunos ejemplos, han sido y siguen siendo sometidos a innumerables adaptaciones. La otra cuestión planteada por Soriano consiste en el riesgo de reducir el concepto de “adaptación” al de “censura”.
Tenemos entonces la necesidad de preguntarnos si los libros escritos originalmente para niños necesitan ser adaptados, y por otro lado, considerar el concepto de “adaptación” más allá de la censura, como una presencia constante en la literatura infantil desde sus orígenes.
Comencemos por este segundo punto considerando ahora aquellos textos que, a diferencia de los anteriores, carecen de un autor conocido, y por lo tanto de una versión original.
Refiriéndose a los cuentos de Perrault publicado en Cuentos de mamá Oca. Historias o cuentos del pasado con moralejas (1697), Marc Soriano afirma: “Otro dato que no se debería olvidar: estas obritas formaron parte originariamente de la tradición oral. La obra de Perrault no es más que una transcripción, a pesar de las apariencias, o, mejor dicho, una adaptación.” (9)
Graciela Montes señala cuestiones similares cuando dice: “Es difícil rastrear los orígenes de un material tan difundido, tan recreado, nacido y vuelto a nacer tantas veces. La Bella Durmiente o Barba Azul no son creaciones de los hermanos Grimm, que se limitaron a recoger las variantes folklóricas de esos cuentos que circulaban a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, pero tampoco nacieron con Perrault, que publicó su versión en 1697, ni con los recopiladores italianos como Basilio y Straparola, cuyas obras probablemente consultó el académico francés. Todos esos textos no son sino manifestaciones materiales de una realidad mucho más fluida e intangible: la literatura oral”(10)
En otras palabras, los cuentos de la tradición oral recopilados por Basilio, Straparola, Perrault, Grimm, Pushkin, Tolstoi, Gorki, AfanasievCalvino, etc… no son otra cosa que versiones de relatos cuyo origen se pierde en la historia de la humanidad, y en definitiva no son sino adaptaciones realizadas por individuos pertenecientes a las clases intelectuales que han decidido llevar tales relatos de la tradición oral a la escritura.
Muchos de estos cuentos populares que hoy se circunscriben a la cultura infantil, en otras épocas no estaban destinados a los niños. Se trata de cuentos que pertenecían al folklore campesino y eran escuchados por un público heterogéneo dentro del cual los niños formaban parte. Situación que aún se conserva en algunos grupos culturales de diversas regiones del mundo, donde niños y adultos, sin distinción, comparten la escucha de un relato a cargo de un narrador oral.
Es decir que, muchos cuentos hoy considerados infantiles, provenientes de la cultura popular, no fueron pensados específicamente para los niños porque, entre otras cuestiones, en aquellos tiempos el concepto de infancia aún no existía entre los adultos. Tales relatos han atravesado siglos de historia para sobrevivir dentro de lo que hoy llamamos literatura infantil, y lo que conocemos de aquellos relatos no son sino adaptaciones.
Como señala Montes: “No es preciso mencionar que las historias de los Gesta romanorum, del Decamerone de Boccaccio, del Pentamerone de Basilio y de Le Piacevoli notti de Straparola nunca estuvieron destinadas a los niños, aunque incluyan narraciones que después fueron catalogadas definitivamente como infantiles. No hay pues más que un paso entre los cuentos infantiles y los cuentos populares, y sus orígenes se confunden.” (11)
Junto a las versiones escritas de cuentos de la tradición oral, también debemos considerar otra vertiente que ha ensanchado el caudal de lecturas infantiles desde lo que podríamos llamar los orígenes del sistema literario para niños. Se trata de obras de la “alta cultura” que jamás fueron pensadas para un público infantil como Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift (1726) o Robinson Crusoe de Daniel Defoe (1719), dos textos que los niños tomaron del repertorio adulto poco después de su publicación.
Portada de la primera edición (1719) de Robinson Crusoe de Daniel Defoe
Sin embargo las que llegaron a los niños no fueron las versiones completas y originales de estos textos, sino sus adaptaciones populares. Es decir versiones adaptadas a un público popular que ponían en circulación editores piratas y que reducían el relato a algunos episodios considerados más atractivos para ese público específico.
A partir de la invención de la imprenta en el siglo XVI se consolidó un acervo que más tarde heredará el sistema de libros para niños, compuesto por textos provenientes de la literatura culta que ingresaron a la literatura popular, no en sus versiones originales, sino en versiones populares que los vendedores ambulantes ofrecían en las ferias y plazas públicas. Textos abreviados, simplificados y profusamente acompañados de ilustraciones, destinados a otro público que el que habían tenido originalmente. Esta literatura formó parte de la llamada “literatura de cordel”, la cual incluía tanto los cuentos de hadas y adaptaciones populares de novelas “cultas” antes mencionados, como otros textos del tipo: historias de santos, historias de criminales, relatos sobre toda clase de curiosidades, almanaques y calendarios, libros de medicina, de astrología, de profecías, de brujería, guías de viaje, tratados amorosos, diálogos dramáticos, obras burlescas, parodias de sermones o de tratados didácticos…
Toda esta literatura producida bajo reglas de adaptación para un público popular entró en coalición con nuevas exigencias propias de un concepto de niñez que se instalaba estrechamente unido al desarrollo del sistema escolar. Concepto que condicionaba y condiciona hasta la actualidad la producción de los libros para niños.

REVISTA "IMAGINARIA"

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